LA RATITA MUJER
Cuando un honrado labrador musulmán trabajaba en su huerta, vio a sus pies una ratita que dejó caer un cuervo.
El hombre
llevó a la ratita a su casa; pero temeroso de que se comiese su trigo,
pidió al Profeta que la transformase en una joven, pedido que le fue
concedido. Diose cuenta que la joven se iba haciendo cada vez más bella
y, viéndola apta para casarla, le dijo:
— Elige en la Naturaleza al ser que quieras, y yo te prometo casarte con él.
— Quiero un esposo tan fuerte, que sea invencible.
El
labrador se puso a meditar sobre cuál sería el ser más fuerte, y dedujo
que no podía ser otro que el Sol, ya que él es fuente de vida y salud.
Fue donde él y le habló:
— Querido Sol: mi ahijada desea por esposo un ser invencible. ¿Quieres casarte con ella?
— Gustoso lo haría —dijo el Sol—, porque la joven es buena y linda; pero, es el caso que mi poder no es tan grande como te imaginas. La Nube se me pone delante y les quita a mis rayos su fuerza.
El labrador fue, entonces, en busca de la Nube: Le dijo:
— Amada Nube, mi ahijada desea por esposo un ser invencible. ¿Quieres casarte con ella?
—
De mil amores lo haría —contestó la Nube—, pues la joven es buena y
hacendosa y me llevaría toda el agua que necesito; pero no soy tan
fuerte como parezco, pues el Viento me zarandea a su gusto.
El labrador fue, entonces, donde el Viento y le dijo:
— Querido Viento, mi ahijada desea casarse con un ser invencible. ¿Quieres casarte con ella?
— ¡Qué más quisiera yo! —Exclamó el Viento—. La joven es buena y hacendosa y no dejaría un instante de darle a los fuelles; pero tengo un enemigo que siempre me vence.
Cuando más activo avanzo por el espacio, me sale la Montaña, y contra ella se estrella mi furia.
El labriego fue, entonces, donde la Montaña y le dijo:
— Montaña, mi ahijada desea casarse con un ser invencible. ¿Quieres casarte con ella?
— ¡Feliz sería! —Exclamó la Montaña—. La joven es buena y hacendosa y cuidaría bien de mis bosques;
pero no soy tan fuerte como parezco, pues un miserable ratoncillo me
roe las entrañas, y me ha hecho tantos agujeros, que temo derrumbarme de
un momento a otro.
El campesino fue, entonces, donde el Ratón y le dijo:
— Señor Ratón, mi ahijada quiere casarse con un ser invencible. ¿Querrías casarte con ella?
—
¡Encantado estaría! —exclamó el Ratón—. La joven es bella, hacendosa y
me traería abundantes granos, queso y golosinas para calmar mi hambre;
pero más fuerte que yo es el Gato, que de un ágil salto me atrapa y
luego me engulle.
— Respetable señor Gato —le dijo el labrador cuando lo halló—, mi ahijada anhela ser esposa de un ser invencible.
¿Quieres casarte con ella?
—
¡De mil amores lo haría! —dijo el Gato—. Pero hay un ser más fuerte que
yo y es el perro, pues me persigue sin piedad y, si caigo entre sus dientes, me destroza.
— Señor Perro —le dijo el labrador cuando lo halló—, mi ahijada desea casarse con un ser invencible. ¿Quieres casarte con ella?
— A nadie mejor has podido acudir —dijo, jactancioso, el Perro—. La Nube vence al Sol, el Viento vence a la Nube, la
Montaña
vence al Viento, el Ratón vence a la Montaña, el Gato vence al Ratón y
yo hago correr y venzo al Gato. Dile a tu linda ahijada que estoy listo para casarme con ella.
Pero
el labrador recibió rotunda negativa de su ahijada, pues ésta, como era
una Ratita, tuvo miedo de casarse con el Perro. Haciendo un gracioso
mohín, dijo a su padrino:
— Yo me casaría gustosa con el Ratón, pues en mis venas corre la misma sangre. Los dos nos entenderíamos y seríamos felices.El labrador, aún perplejo, fue donde el Profeta y le pidió que volviese a su ahijada a su primitivo estado. El cielo accedió a su pedido. Días después se realizó la boda de la Ratita con el Ratón y vivieron felices en el seno de la Montaña
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